Cuando me giré buscándole con la mirada, no esperaba encontrar a un hombre tan alto. Esa fue mi primera impresión de él: «Vaya, qué tí­o tan alto». Y no es que yo sea una persona especialmente baja, ya que mido uno ochenta, pero él escocés de quien os hablo es una de esas personas que hacen bajito a casi cualquiera. Por cierto, no quiero citar su verdadero nombre, así­ que le llamaré… Duncan.

Mientras cruzaba la calle para encontrarme con él, se giró hacia mí­ con una enorme sonrisa. Me acababa de reconocer, y no tardó mucho en regalarme su bienvenida: «Hi, David. I’m Duncan (Hola, David. Soy Duncan).» Ya junto a él, mientras estrechabamos nuestras manos, me percaté del peculiar brillo de sus claros ojos azules. Un fulgor apagado que no conseguí­a ocultar la sombra de una tristeza prolongada. Sin embargo, dicho brillo era aún muy capaz de iluminar un gesto bonachón de esos que no engañan. Además, el contraste con su pelo canoso, enriquecí­a su aspecto alegre y jovial, dotándole de cierto aire señorial… de nobleza. «Parece un actor americano de las pelí­culas antiguas. Me recuerda a James Stewart», pensé.

Me habí­a citado con él en la plaza de Ópera porque ambos ibamos a acudir a la misma fiesta, pero él acababa de llegar a Madrid y no conocí­a a nadie. Tampoco hablaba español y, aunque quizás me equivoque en esto, creo que la idea de ir con alguien joven le ayudaba a sentirse menos extraño en una fiesta para la que él quizás se sentí­a un tanto mayor ya. Al fin y al cabo, Duncan tiene 52 años y, no nos engañemos, a esa edad seguro que a todos nos asaltarí­a la duda de ser demasiado mayor para la fiesta. Por suerte, el ambiente que nos esperaba no invitaba a uno a sertirse un extraño.

Un rato más tarde, tras contarme un poco de su vida y alguna curiosidad tal como que sus antepasados directos fueron una vez reyes de Escocia, se perdí­a entre la multitud de la fiesta dejándome a solas con dos amigas con las que habí­a quedado. Y es que mis amigas no hablaban inglés y además demostraban tener un especial interés en mí­, así­ que debió pensar que no terminaba de encajar en esa situación. Antes de irse, puso su mano sobre mi hombro, me miró con una sonrisa complice y dijo: «They are gonna kill you. (Van a acabar contigo).»

No le volverí­a a ver hasta un par de horas más tarde, cuando, estando con otro grupo de amigas, se acercó a mí­ para saludarme. Su rostro, ya enrojecido por el alcohol, habí­a tornado su expresión bonachona en la imagen de un niño pí­caro con ganas de hacer alguna gamberrada. Yo le invité a sentarse con nosotros y, como era de esperar, no tardó mucho en acosar a mis amigas. Ante la creciente incomodidad de ellas y como nexo de unión entre ambas partes, tuve que reprenderle por ello. No de manera directa, sino sugiriéndole que habí­a de cambiar su forma de seducir a las mujeres españolas: «Treat them like cats, Duncan. Don’t push them. If they like you, they will let you know. Just wait for the signal. (Trátalas como gatos. No las presiones. Si les gustas, te lo harán saber. Tan sólo espera la señal.)»

Él me miró como un niño avergonzado. Sabí­a cuál era el verdadero significado de mis palabras y me agradeció que hubiera sido tan cortés al reprenderle de esa manera. También me confesó que nunca habí­a sabido cómo conquistar a las mujeres y que eso le habí­a llevado a estar solo en la vida. Visiblemente emocionado, me contó cómo las dos mujeres de su vida, a las que habí­a amado profundamente, le habí­an rechazado. Cuando no pudo contenerse más, rompió a llorar. Al ver las lágrimas caer de sus ojos azules, supe que me encontraba ante un hombre que sentí­a que habí­a perdido su oportunidad en la vida. Yo no sabí­a muy bien cómo consolarle y le dije que al menos lo habí­a intentado y que debí­a sentirse orgulloso de ello. Por suerte para mí­, en ese momento comenzó a sonar el ‘Boys don’t cry’ (Los chicos no lloran) de los Cure, así­ que ambos nos echamos a reir.

Cuando paramos de reir, él se inclinó hacia mí­ y me pidió disculpas por haberse echado a llorar. Yo le dije que no se preocupara, que no tení­a por qué disculparse. Y añadí­: «Boys don’t cry, Duncan. But men do. (Los chicos no lloran, Duncan. Pero los hombres sí­.)»

Os aseguro que la sonrisa que me devolvió tardará mucho tiempo en borrarse de mi memoria.

Love will tear us apart (Que el amor nos haga trizas) – Joy Division

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When routine bites hard
And ambitions are low
And resentment rides high
But emotions won’t grow
And we’re changing our ways
Taking different roads
Love, love will tear us apart again

Why is this bedroom so cold?
You turned away on your side
Is my timing that flawed?
Our respect runs so dry
Yet there’s still this appeal
That we’ve kept through our lives
Love, love will tear it apart again
Love, love will tear it apart again

You cry out in your sleep
All my feelings exposed
And there’s a taste in my mouth
As desperation takes hold
Yet, that something’s so good
Just can’t function no more, when
Love, love will tear us apart again
Love, love will tear us apart again

Hay 2 comentarios

  1. lunes, 28 de enero de 2008 a las 22:41

    Peliculon, sin palabras me dejo la peli! saludos

  2. jueves, 31 de enero de 2008 a las 17:44

    A mí­ también me encantó, Siria. Una de las pelí­culas recientes que más me ha gustado.

    😛