Nota: Esta es la primera aportación (espero que no sea la última) de Marina.

En 1947, EEUU acusaba a Iukio Asano, oficial del ejército japonés, de crí­menes de guerra por haber practicado una forma de tortura conocida como waterboarding (llamada submarino en español) contra un civil estadounidense. Dicha técnica consiste en atar a la persona a una camilla inclinada, de forma que los pies queden al aire y la cabeza cerca del suelo, y verterle en la cara pequeñas cantidades de agua, lo que dificulta su respiración, hasta que la ví­ctima accede a hablar.

Hoy dí­a el waterboarding no sólo ha pasado a formar parte del instrumental de la CIA, sino que el Congreso y el Gobierno estadounidense han facilitado la impunidad de quienes han autorizado o empleado esta técnica de tortura.

El argumento de «bomba de relojerí­a» con el que se trata de justificar el waterboarding para extraer información sobre un ataque inminente es una burda improvisación. Cuando se pregunto a Rudolph Giuliani* si dicha técnica era una forma de tortura, éste respondió: «Depende de cómo se haga y de las circunstancias. Depende de quién lo haga.»

Pues no, señor Giuliani. No, señor Alberto Gonzales*. No, señores Mitt Romney* y otros altos cargos. No existe ninguna circunstancia que justifique la tortura, ya que su uso violarí­a claramente la Ley sobre el Trato a los Detenidos. Todo ser humano tiene derecho a no ser sometido a tortura u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes; punto. No existen casos excepcionales de tortura.

EEUU considera el «semiahogamiento» constitutivo de tortura cuando se practica en otros paí­ses. En ese sentido, resulta instructivo un reciente artí­culo de un ex-abogado militar y actual juez de un tribunal estadounidense, que habla sobre diversas formas de waterboarding:

«Puede sumergirse a la ví­ctima en agua, introducí­rsele agua por la nariz y la boca o verter agua sobre algún material colocado encima de su rostro, de forma que inhale o trague el lí­quido. La victima experimenta lo que se siente al ahogarse: tiene dificultades respiratorias, le invade el pánico, contiene la respiración, traga, vomita, introduce agua en los pulmones y acaba con esa sensación de no poder respirar que experimenta uno cuando le dan un puñetazo en el estomago. Es una experiencia angustiosa que induce al horror y activa instintos frenéticos de supervivencia.»

Aunque el empleo de waterboarding está prohibido en el Pentágono, otras agencias como la CIA la han utilizado en el contexto de la «Guerra Contra el Terror».

La actividad del gobierno en relación al derecho internacional en el contexto de la «Guerra Contra el Terror» se ha fraguado al amparo de la ya existente reticencia de EEUU a aplicarse a sí­ mismo las normas que, con tanta frecuencia, espera que cumplan otros paí­ses.

Henry Miller (novelista estadounidense) consideraba a América una monstruosa máquina de muerte y América hace todo lo que puede para no desmentirle, utilizando lo que tal vez sea más cruel que la propia muerte del cuerpo- la muerte del espí­ritu, por miedo y humillación.

Marina

* Rudolph Giuliani: Polí­tico norteamericano y antiguo alcalde de Nueva York.
* Alberto Gonzales: Polí­tico norteamericano, fiscal general y consejero de la Casa Blanca.
* Mitt Romney: Gobernador del estado de Massachusetts.

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