De las turbias aguas del pasado, y del sol abrasador
que una vez les tuvo sumidos en el letargo de sus brazos,
surgen alegres voces que cantan a la mañana de su partida.
Atrás dejan las cadenas oxidadas de culpas y lamentos
que, atormentados por su desdicha, profieren olvidados maestros.
Y con la mirada fija en la distancia, contemplan tristes
cómo la niebla se apodera de sus hogares en ruinas. Lejos…
Pertenecen a una vieja dinastía de meritorios pescadores
que llevan a cabo su labor en un océano de mares enfurecidos.
Y sacan de él, de entre la sed y el hambre, amor y alegría.
Y cuando sus hermanos, cegados por la cautivadora prosperidad,
les envían su mensaje de castigo, odio y miedo;
estos responden a su horrenda invitación
con un canto embelesador sobre frutos brotados sin pena.
Desdeñan todo homenaje, oración o penitencia;
y, a cambio, tañen la música que envuelve a la razón,
amamantándola de la embriagadora fuente del ensueño.
Y guiados por una imperiosa marea de condenación,
llegan a los límites del horizonte conocido.
Y lejos de asustarse, aunque ante ellos
se alcen mitológicas bestias de colmillos ensangrentados,
levan anclas, izan velas e, ignorando su presencia,
prosiguen su travesía sin pararse a secar el rocío de sus ojos,
ni el manto salado con el que la tormenta cubre sus labios.
1993
Hola:
He caído sin querer en tu espacio, y lo cierto es que me ha gustado mucho lo que he leído…
Ya me pasaré otro día, a ver que me encuentro…
Un saludo
Vuelve cuando quieras. Serás bienvenida.
Saludos,
David
Surfeando de link en link, no se cómo ni por qué, arrivé a tu espacio, me anclé leyendo Quimera…y sentí…el delicioso placer de la nostalgia….la mía claro..
GRACIAS!
LAUTREMOUNT
DE: JOSÉ VICGON
Gracias a ti, José. Y bienvenido a estas páginas.
😀