Aléjate de mí­. Y sin embargo siento
que para siempre viviré en tu sombra.
Nunca más sola en el umbral
de esta mi vida tan aislada
dominaré mi alma, ni alzaré como antes,
serenamente, mi mano hacia la luz
sin sentir lo que evité hasta ahora…
el tacto de tu mano sobre la mí­a. Ha dispuesto
el destino que la distancia nos separe
pero tu corazón deja en el mí­o y doble
será el latido. Habitas en mis actos
y en mis sueños, como el vino es memoria de sus uvas.
Y cuando ruego a Dios por mí­, sólo escucha tu nombre,
y sólo ve en mis ojos fundidas nuestras lágrimas.

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