Hará unos 16 años que le conocí en un pub cercano a mi casa cuyo nombre no recuerdo ahora, (actualmente se llama Piwis). Era un inglés de unos 40 años con una cara de guiri que no podía con ella. Un tío realmente simpático y bueno hasta la médula.
Esa noche andaba yo tragando vodka como si me fuera la vida en ello junto a mi amigo César (si mal no recuerdo) cuando, de repente, sonaron las primeras notas del ‘Suffragette city’ de Bowie en el pub: «Hey, man. Leave me alone, I gotta…». Al oir la voz de Bowie, y embravecido por la ingente cantidad de alcohol que inundaba mis venas, no pude evitar dar un salto y ponerme a cantarla a grito pelado. Fue entonces cuando se acercó Paul, de entre toda la gente, y se puso a cantarla conmigo a pleno pulmón. Después, visto el éxito de la canción entre la escasa parroquia, el dueño del pub, un polaco escuchimizado que apenas hablaba castellano, decidió poner el ‘The Rise & Fall of Ziggy Stardust & The Spiders from Mars’ entero. Ambos nos sabíamos todas las letras, desde el ‘Five years’ hasta el ‘Rock and Roll Suicide’. Tanto era así que parecía que llevaramos cantándolo todo la vida.
Aquella noche bebimos todo el vodka que pudimos, cantamos a Bowie y ambos conocimos a alguien con quien teníamos una química enorme… instantánea. Me habló del tiempo que llevaba en Madrid, de las cosas que más le llamaban la atención de nuestra cultura, de cómo había vivído la móvida madrileña, de cómo se ganaba la vida preparando los exámenes para los futuros controladores aéreos y, entre muchas otras cosas más, me contó lo mucho que le gustaba una canción de Dylan llamada ‘Wallflower’: «Wallflower, wallflower, won’t you dance with me? I’m sad and lonely too.» En fin, una noche fantástica para el recuerdo.
Ahora, unos cuantos años más tarde, aún le sigo recordando en su pose natural. Es decir, con una amplia sonrisa iluminando su rostro tan inglés. Es una lástima que no sepa reflejar aquí la bondad que habitaba en sus ojos, ni la serena simpatía de su rostro jovial o el enorme cariño con el que pronunciaba cada una de las palabras que decía con su acento tan peculiar.
Pocos años después de aquella noche, su mujer me contaba cómo Paul había muerto en el quirófano debido a complicaciones al ser sometido a un sencilla operación en la pierna. Una jugada traidora del destino que se lo llevaba un día cualquiera, a una hora cualquiera, cuando menos lo esperaba. Con él se llevó el caluroso acento de su voz. Quede aquí parte de su recuerdo en sus palabras:
«David, un wallflower es una persona que se queda pegado a la pared mientras los demas bailan, sin moverse, sin bailar, sólo mirando y bebiendo. Un tío tímido, vamos.»
Paul no era un tío tímido. De hecho, aquella noche se abrío paso entre la gente para acercarse a mí y brindarme su amistad. Supongo que de haber dependido de un wallflower como yo, quizás no habría tenido esa suerte. Muchas gracias, Paul.
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Hola! Me gusto tu historia, un poco triste pero es una experiencia. Gracias por visitar mi blog, el tuyo esta fenomeno! Congratulations!
Paty 😆
La vida está hecha de esos recuerdos, así que guárdalos, porque él todavía vive en ellos.
Besos de una maia.
Saludos, Paty y Wendeling.
😀
Bonita historia L. 😀
Muchas gracias, Corsaria.
😉
Gracias; por darme la vida.-
Si es a mí a quien das las gracias, de nada, Edgar. Aunque no sé por qué lo dices, pero bueno…
Saludos en cualquier caso.
😀
lindaaa tu historia pero
necesito ke respondan si el chico
ke me kere va en mi mismo curso
y yo le gusto y el me gusta ami pero
kmo el es medio timido no me lo dice alfrente de sus amigos ???
es amor ?????????????????????????????
respondan ???
shao 😀
Hola, Karen. Siento no poder ayudarte con tu consulta. Desafortunadamente no creo ser un buen consultor sentimental, jeje.
Quizás alguien se aventure a aconsejarte. Aunque, como decía un personaje en ‘El desencuentro’, en cuestiones de amor no se puede aconsejar, sino tan sólo ofrecer un pañuelo a tiempo.
En cualquier caso, suerte.
😀